16 dic 2010

Me declaro culpable

ante la acusación de debilidad.
Lo soy, es verdad y no tengo manera alguna de negarlo, eso es lo peor.
Dentro de las auto-conversaciones que vengo teniendo conmigo cada vez que me quedo solo, los "porque" han ido variando pero la cuestión de fondo es innegable, in-escapable y otros catorce o quince "ines". Debe ser cansancio.
Y cansancio de qué podría uno preguntarse. Esa pregunta también me la hice yo.
Para poner las cosas bien bien gráficas voy a usar un ejemplo bien fresquito (como de hace 3 o 4 minutos atrás): me encuentro con una foto medio antigua, me encuentro con una vieja demostración de pseudo-amor, veo los palos de golf, las revistas, mi ropa, los tatuajes ya gastados, el contador de la cámara que ya pasó comodamente las diez mil y pico y es en ese momento cuando me doy cuenta a qué viene el citado cansancio.
La vida y su voragine a veces no nos dan tiempo para frenar la pelota, mirar el panorama y seguir adelante. Mucho menos a esta altura del año. Pero cuando lo hacemos nos damos cuenta que sí, las cosas pasan y en muchos casos son muchas las cosas que pasan; tantas que perdemos total noción del tiempo y de los actos -propios y ajenos-.
Si sumamos a ese tema cronológico o propio del acontecer y del paso natural del tiempo, una cuestión de sobrecarga emocional, tenemos una bomba que casi iguala al "Little Boy" (que borró del mapa a la ciudad de Hiroshima).
El tema, que me preocupa un poquito, es que siento que esa bomba está cayendo y bastante rápido. El otro tema que me preocupa es si va a caer, cuando va a hacerlo y qué puedo hacer para que la caída no acontezca.
Seamos sinceros, es muy díficil mantenerse de pie todo el tiempo; recibir golpes de todos lados y mantenerse firme; golpearse la cabeza contra una pared grande como la Muralla China una y otra vez y no aquejar malestar alguno; esperar de los demás cosas que nunca van a llegar, entre otras.
Tengo los ojos cansados, la mirada medio cabizbaja y la boca seca. Sin contar que por dentro ya no corre nada.
Lo único que queda y va a quedar siempre es esa conciencia cuasi enfermiza que no me deja tocar el suelo mas que para dar pasos hacia adelante.
Hoy, al menos hoy, me siento así. Y a eso me limito. Mañana puede pasar cualquier cosa, incluso que me declare, paradojicamente, inocente.






Mar

1 comentario:

{ D a n i } dijo...

Todos nos debilitamos en algún momento. Es INE-vitable. Con el tiempo, nos reforzamos.